sábado, 3 de febrero de 2018

Comentario sobre "Is technology transforming education?" (Ana Fontenla)

Empezaré por confesar que he disfrutado mucho la lectura de la pieza de opinión de Stannard, R. (2015) Is technology transforming education?. El autor viene a recoger lo que muchas y muchos docentes, pedagogas/os y académicas/os han advertido a lo largo de los años: la tecnología no cambia la educación; la educación cambia cuando empleamos la tecnología para abordar la educación desde una óptica nueva y pedagógicamente útil.

Me parece muy necesaria esta reflexión porque, a pesar de todo, en nuestro imaginario colectivo la tecnología se sigue entendiendo un sinónimo de la innovación. Esto tiene su razón de ser: hemos conocido el concepto de innovación a partir de su uso en el contexto industrial y mercantil, en el que con mucha frecuencia las innovaciones han venido de la mano de nuevas tecnologías. Pero cuando hablamos de innovación educativa tenemos que ser conscientes de que la innovación reside en el modo de educar, y que la tecnología tiene cabida, unas veces, en esa innovación.

La creatividad es el motor de la innovación, no la tecnología.
Fuente: Pixabay
Evitar caer en la falsa innovación tecnológica en el aula es, en mi opinión, algo que debemos aprender a hacer desde el principio; es decir, desde que empezamos a aprender a programar. Creo que debemos tener claro primero qué queremos hacer, por qué queremos hacerlo y cómo. Y en ese cómo, debemos revisar de qué manera pueden encajar las nuevas tecnologías, ya sean el libro digital, las fuentes en línea, el streaming de contenidos audiovisuales o la interactividad.

Siguiendo la lógica de un análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades), para el que primero deberíamos analizar las debilidades y las fortalezas de nuestra docencia actual, he identificado las siguientes amenazas y oportunidades tras leer la pieza de Stannard son:

Amenazas

  • La tecnología no debe llevarnos a reemplazar las funciones del profesorado: muchos enfoques pedagógicos innovadores, como el flipped learning, aprovechan la tecnología para fomentar un aprendizaje más autónomo. Si bien puede resultar positivo fomentar el intercambio de estrategias de aprendizaje entre el alumnado o la co-evaluación (peer-review), esto en ningún caso debe llevarnos a evadir nuestras funciones como docentes. 
  • La curiosidad puede decrecer si decrece el factor humano: grabar explicaciones y colgarlas en línea, como sugiere el artículo, puede ser útil en un momento puntual, pero no debe sustituir a la interacción en tiempo real entre un docente y su alumno. Hablamos siempre de la necesidad de estimular la curiosidad, y esto resulta difícil si la alumna/o no tiene la oportunidad de interactuar con nosotras/os o de percibir nuestras emociones.
  • La tecnología no debe dificultarnos el segumiento del alumnado: Si empleamos métodos de aprendizaje autónomos vehiculados a través de soluciones digitales y/o no presenciales, debemos asegurarnos de prever mecanismos que nos permitan seguir realizando un seguimiento adecuado del progreso de cada alumno. 
  • La tecnología no debe invadir el espacio y el tiempo personales del alumnado fuera del aula: igual que ocurrió con la incorporación del correo electrónico al trabajo, donde las trabajadoras/es perdimos gran parte de nuestra independencia fuera del horario laboral, debemos recordar que el uso de las nuevas tecnologías no nos da derecho a invadir la vida de nuestro alumnado más allá del horario lectivo. El alumnado tiene un compromiso educativo que se circunscribe al ámbito educativo, y el hecho de emplear tecnologías que nos permitan seguir trabajando fuera del aula no debe ir en detrimento de su derecho al ocio. A nivel personal, esto me resulta especialmente preocupante, máxime cuando algunos docentes lo relacionan con la asignación de deberes.
Oportunidades
  • La tecnología nos ahorra tiempo y espacio: tanto docentes como alumnos, podemos aprovechar las ventajas que nos ofrece la tecnología en términos de almacenamiento y espacio para invertir mejor el tiempo en el aula.
  • La tecnología nos permite trabajar nuevas formas de solucionar problemas: tal y como indica Stannard, debemos plantearnos cómo la tecnología nos ayuda a plantear nuevas formas de abordar la docencia y cómo ello puede redundar en una mayor creatividad y autonomía de nuestro alumnado
  • Podemos interactuar con la sociedad de un modo instantáneo: el uso del correo electrónico, las redes sociales educativas o las plataformas de contenido nos ofrecen mecanismos para poder sacar a nuestro alumnado del aislamiento del aula, para hacerles conscientes y partícipes del mundo globalizado en el que viven.
  • La tecnología nos permite acercarnos más a nuestro alumnado: debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías para trabajar formatos y contenidos más próximos a los intereses de nuestro alumnado (contenidos gráficos, audiovisuales, musicales, etc.) 
Por último, me gustaría añadir que tras leer el artículo de Stannard me topé por casualidad con esta interesante entrevista a la experta Catherine L'Ecuyer, de la que me quedo con la cita "la crisis educativa es principalmente una crisis de atención":



Creo que haciendo este ejercicio consciente de reflexión sobre el lugar que debe ocupar la tecnología en nuestras aulas, podremos incorporarlas y emplearlas con provecho, para nuestro propio beneficio y el de nuestro alumnado.

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